Lo mismo debería ocurrir con los docentes; tras una primera fase formativa en las facultades de educación, etapa que, por cierto, debería estar sujeta a una revisión total, los maestros a través de una prueba de acceso podrían acceder a los centros para recibir allí su especialidad. Pero no durante tres meses y de una forma ineficaz, sin contacto universidad-colegio, como es ahora, sino durante un curso escolar completo al menos, y teniendo responsabilidades sobre los alumnos/as sobre los que incide su trabajo. Si el aspirante no es capaz de superar un mínimo de calidad en su desarrollo docente, si no puede demostrar su valía, no tendría la especialidad en la que continúa su formación y, por lo tanto, no podría seguir en el sistema educativo. Lo mismo que ahora hacen los médicos. Una formación mucho más sólida y real, daría mejores profesionales y además mejoraría la visión que tiene la sociedad de la función docente.
Esta realidad, que sería una mejora evidente en las etapas de E. Infantil y E. Primaria, todavía sería mucho más evidente en la E. Secundaria, donde los docentes deben formarse en su capacidad pedagógica después de acceder a las aulas, puesto que en las facultades donde han obtenido sus títulos de acceso no existe ninguna especialización pedagógica con vistas a la función docente, por mucho que luego se quiera apañar con el curso de capacitación pedagógica, que ha mejorado, pero ni mucho menos llega a la realidad con la que se van a encontrar los futuros profesores en las aulas de los Centros de Secundaria.
Esta medida sí que me parece más importante, más fácil de llevar a cabo, pero eso sí, más cara.
La diferenciación salarial, me parece necesaria. Pero tengo claro que nunca se haría de forma justa y que mal planteada, no deja de ser un lavado de cara.
Marina plantea muchas más cosas, como la especialización de la función directiva y la mejora de la inspectora, pero las dejamos para próximas entradas
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