Tener una idea, una buena idea a nivel didáctico y metodológico, y
llevarla a cabo dentro del colegio es relativamente fácil. Supone abrir un
paréntesis en tu rutina diaria y aplicarla. Normalmente, como se sale de lo
habitual, aparenta un descanso en la actividad de los alumnos, que al disfrutar
de un cambio, se motivan y tienen interés por participar. Todo suele ser
positivo. Si además eres capaz de darle un matiz vistoso, vas a tener el
beneplácito de los compañeros/as, y el grupo de wassap de los maestros del
centro se va a llenar de felicitaciones más o menos empalagosas. Tu ego se va a
ver reforzado y va a ser un acicate en tu quehacer diario más inmediato.
El problema empieza cuando la actividad funciona y se prolonga.
Hay que buscarle un hueco en la estructura programada, si eres demasiado rígido
en la planificación y la programación, tienes que desechar otras tareas, y si
estás atado a la que propone la editorial a través del libro de texto, el
problema se agranda.
De todas formas no es lo más problemático, la dificultad real
surge cuando hemos innovado en una actividad que es general para el centro y
sobreexcede al ámbito de nuestra aula. Al principio, como he dicho antes, todo
es muy bonito, y aquí, al ser la actividad de dominio público, las loas que se
generan entre los docentes vienen aumentadas exponencialmente. El innovador/a
se siente en la cumbre profesional y es capaz de arrear con cualquier cosa, no
hay nada que se le ponga por delante, pero el tiempo va pasando, la idea
innovadora cumple los objetivos y obtiene buenos resultados, pero pierde su
carácter innovador y se convierte en una rutina más de las que se programan en
el colegio. Ya no hay loas ni parabienes, incluso a veces, hay alguna que otra
demanda si dichos resultados no han sido perfectos o si has perdido algo de la
vistosidad que tenía al principio, si deja de parecer "cool". La motivación a partir de aquí no es
sencilla, puesto que si como he comentado antes, es una actividad que atañe a
todo el centro, suele ser un trabajo adicional que se añade a tus
responsabilidades diarias. Ya te pesa mucho más, y lo normal, es que poco a
poco, se vaya diluyendo si no hay un responsable del equipo directivo que tire
de ese carro; esfuerzo que en este caso, está mucho menos valorado por parte
del claustro, que aquí exige como si fuera obligación del maestro/a que está
ocupando ese cargo.
La desmotivación aumenta si
otro compañero/a pone en marcha otra buena idea que acapara las felicitaciones
y las lisonjas profesionales del resto de docentes. Ya no solo no te sientes
valorado, sino que observas con algo de envidia profesional como las alabanzas
van hacia otra persona, la desmotivación llama a tu puerta, y a veces, lo que
se hace es buscar otra idea para llevar a efecto y no perder nuestro cartel de
"maestro innovador". Consecuencia, si la tarea es buena, suele recaer
en el equipo directivo, o se pierde en el sueño de los
justos. Pero claro, si se mantiene, hay que sumarla a las que se van proponiendo
y cada vez es más complicado llevarlas todas adelante. Yo lo comparo con los
platos chinos, mantener rodando tres a la vez no es complicado, se lleva bien,
pero cuando son veinte, debes correr de uno a otro, o poco a poco van acabando
en el suelo. Ese es el gran problema de los equipo directivos de centros con
demasiada voluntad de "innovación", Deben saber poner coto a las
ideas propuestas o pedir una voluntad de mantenimiento de la actividad por
parte del docente que la propone, o el centro se convierte en un local con
muchos platos rotos por el suelo, que además deslucen a los que siguen rodando.
El excesivo número de programas, que hacen inabarcable una buena
gestión de todos, conlleva una mala
práctica. Los centros deben saber escoger los programas que van a ser capaces
de llevar a cabo y centrarse en ellos para intentar una buena ejecución real de
los mismos. No vale con realizarlos por encima para cubrir las apariencias. Pueden
engañar a la comunidad educativa en un primer momento, pero más tarde o más
temprano se ve que es un castillo de naipes, y de ahí a la desmotivación
general hay un paso muy pequeño. Lo que ha llevado mucho esfuerzo para
construirse, se viene abajo con demasiada rapidez.
Si no somos
sensatos podemos vernos prisioneros de nuestras propias iniciativas. Así que
hay que ser muy conscientes de lo que somos capaces de abarcar y saber decir no. Solo podremos
hacerlo desde una buena evaluación, que una vez más, es la clave de todo proceso
educativo.
En resumen, si no analizamos bien la situación real del centro, podremos morir de éxito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario