He tenido que dejar pasar unos días para escribir esta entrada de forma comedida y así poder ser lo más aséptico posible, sin que mi sentimiento de enfado interfiera en
la exposición.
Durante el primer
trimestre de este curso he tenido la suerte de compartir mi trabajo con un
alumno de la Facultad de Educación, alumno muy competente por demás, que supo
conectar rápidamente con la realidad del aula y que se integró en nuestra
dinámica de forma excepcional. No dudé en hacerle responsable de una serie de
tareas, y especialmente del desarrollo de las mismas por un grupo de niños que
son de "compensación" educativa. Su respuesta fue
excepcional, no defraudó ni lo más mínimo la confianza depositada en su
trabajo.
Dicho alumno estaba en
nuestro colegio desarrollando la asignatura PRÁCTICAS 3, a mi entender de las
más provechosas para formar a los futuros maestros/as, puesto que es aquí donde
se encuentran con la realidad de lo que será su futuro profesional.
Los docentes nos cansamos
de hablar de la evaluación como elemento fundamental del proceso educativo. La
Facultad es, o al menos debería ser, el referente máximo de como se mejora
dicho proceso, y sin embargo afronta la evaluación de dicha asignatura de forma
lamentable.
Si yo he sido el profesional
que ha tutorizado las prácticas del alumno, si yo he sido quien ha estado junto
a él todos los días y le ha aportado los feed-backs pertinentes para que
realizase los ajustes necesarios en la mejora de su labor, no tiene ningún
sentido que no sea yo quien realice la evaluación del alumno.
Sé que por cuestiones
administrativas no tengo posibilidad de ejercer esa función, sin embargo soy el
único profesional que puede realizarla, pues solo yo he estado observando y
analizando, junto a él mismo, su labor pedagógica. La Facultad ha designado a
un grupo de profesores que deben evaluar la labor del alumno de prácticas, lo normal es
que dicha calificación provenga de una evaluación exhaustiva de su labor, y
esta se haga de forma competencial. Nada más lejos de la realidad.
Para realizar dicha evaluación sin estar presente en el desarrollo
de sus funciones como maestro, lo lógico sería, al menos, ponerse en contacto de forma
fluida con quien sí que ha estado y cambiar impresiones para que la
calificación fuese lo más objetiva posible. Sin embargo, ni una sola llamada, ni
un solo correo electrónico, NADA ABSOLUTAMENTE NADA. ¿Cómo se puede evaluar una
asignatura que se llama prácticas de forma teórica, y hacerlo de forma competencial
además? Es la paradoja educativa, y lo más significativo es que está amparada
por la misma Facultad, que debería ser referente en el desarrollo del modelo evaluador.
¿Así queremos profesionales
que realicen buenas evaluaciones, si a ellos se les está aplicando de forma
penosa? ¿Puede un asignatura de PRÁCTICAS ser evaluada desde un trabajo teórico
del que no se tiene constancia si se ha llevado a cabo o son simples
conjeturas? ¿Podrá el alumno realizar ajustes a su labor si no se ha evaluado
de forma real?
Lo más curioso es que luego en la Facultad se les habla de la
importancia de una buena evaluación y sus técnicas. Como digo, y abundo en ello
últimamente, si hablo de formación quiero que me cuenten lo que se hace y no lo
que puede hacerse. No es una buena enseñanza para los futuros maestros si a
ellos se les evalúa de una forma que a mi entender deja mucho que desear.
Puede que a cada uno
de los responsables de la asignatura les asignen una cantidad de alumnos/as
inasumible, no lo pongo en duda, pero ese no es el problema de los universitarios
que realizan el pago de la matrícula y que tienen derecho a ser evaluados con
la máxima atención. Si un proceso está mal diseñado, pues se cambia, pero no se
puede huir hacia adelante, es necesario realizar los ajustes necesarios en las
PRÁCTICAS para que sean evaluadas de forma correcta.
Nadie imagina a un estudiante
de medicina que fuese a un hospital a realizar las suyas y le evaluase
un médico que no le ha visto ejercer su labor. Una cosa es teorizar y otra
llevar esa teoría a la práctica. O por poner otro ejemplo, un piloto de avión
que pudiese examinar su capacidad de pilotar con un trabajo escrito para
un tutor en la distancia, sería aberrante.
Pues a mí me resulta igual de ilógico que sea una Facultad
de Educación quien se plantee una calificación y evaluación de las prácticas de
forma teórica. Es como estar en un doctorado de telecomunicaciones y tener que
realizar las prácticas con cabinas telefónicas, lo dicho ABERRANTE.
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