UNA PEQUEÑA APORTACIÓN DESDE MI HUMILDE EXPERIENCIA, SOBRE COMO SE PUEDEN INTENTAR SOLUCIONAR LOS PEQUEÑOS PROBLEMAS DIARIOS QUE SE PRODUCEN EN LAS ESCUELAS.
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jueves, 23 de junio de 2016

SE NECESITA UNA REFORMA EN PROFUNDIDAD DEL SERVICIO DE INSPECCIÓN

Ha sido un curso lleno de circunstancias especiales, desde la Orden de tiempos escolares a la adecuación de la legislación LOMCE, con  problemas de organización escolar y de convivencia. Un curso muy ajetreado sin lugar a dudas. Son momentos en los que te sientes extenuado, exprimido y con ganas de que acabe para poder relajar la mente y el espíritu. Son días de tensión, la propia del momento y la acumulada.
A pesar de toda la vorágine, ayer me concedí un momento para la reflexión. Hice un repaso de todo lo que llevamos de año académico y me percaté que hemos tenido un montón de conversaciones con nuestro inspector de referencia. Aprovecho para darle las gracias públicamente, siempre ha estado dispuesto a darnos consejo y a orientar nuestras acciones para evitarnos posteriores problemas. Nos ha atendido y consolado cuando lo hemos necesitado y nos ha servido de sostén en los momentos difíciles. Sin embargo repasando todas las consultas que le hemos tenido que realizar, me percaté de que ninguna era por temas puramente pedagógicos. Todas tenían un aspecto administrativo o de problemas de convivencia, relativas principalmente  a problemas con algunos padres y madres. Además tenemos que añadir las visitas de control de documentos oficiales, donde ha acudido con unas plantillas que debía rellenar para comprobar el cumplimiento  de los mismos, para rellenar las estadísticas oficiales.
No tiene mucho sentido tener un cuerpo de especialistas pedagógicos, que deberían centrarse en la mejora de la labor educativa y plantear y proponer medidas innovadoras para la mejora de la misma desde la realidad particular de los centros, para al final,  tenerlo  rellenando cuestionarios administrativos.
A lo mejor sería conveniente dividir las labores que desarrollan y deberían desarrollar en dos cuerpos distintos. Por un lado el control de calidad que supone una buena labor administrativa, una  buena gestión de los recursos humanos y materiales, para la que no es estrictamente necesario ser un especialista docente. Es más quizá el perfil idóneo es otro bastante distinto. Aquí se necesitaría a alguien especializado en gestión,  o en control y calidad.
Y por otro lado un segundo cuerpo, en el que  sí que sería necesaria una labor de asesoramiento de la práctica docente, y es aquí donde deberían centrarse los actuales inspectores. Acudirían  a los centros a realizar análisis preliminares y aconsejar  sobre las necesidades de formación reales de los colegios. Podrían acceder a la práctica diaria de los docentes y realizar evaluaciones, no fiscalizadoras sino como elementos de mejora de la práctica diaria. Hacer en suma de maestros/as y profesores/as que es lo que realmente son. Podría además conocerse realmente y con profundidad   la realidad de nuestro sistema educativo y plantear propuestas de mejora reales y no quiméricas. Se podrían dedicar a dar difusión a todas las buenas prácticas docentes y no tan solo a las que se presentan a los premios o disponen de alguien que las promocione. En fin se tendría una verdadera evaluación de todo el sistema y no una parodia que se fija solo en las cifras que se quieren mostrar. Tendríamos más eficacia y a la larga mayor satisfacción. No tendríamos que escondernos puesto que a quien te va ayudar sales a buscarle. Lástima tener que escribir los últimos párrafos en condicional y no hacerlo en presente o futuro.


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