El calendario escolar y la decisión de la comunidad cántabra de aplicar un
criterio escolar y no religioso a la distribución de los días de clase de los
niños/as, está marcando la actualidad. Ayer sin ir más lejos estaba en un
bautizo y mi tío me preguntó por el tema con verdadero interés.
Lo primero es señalar que no se deja de lado el aspecto cultural que tiene
la tradición, la Semana Santa y la Navidad se siguen respetando, y creo que al
menos en el periodo navideño podría haberse recortado un poco más, por aquí no
tiene que haber ningún problema, pero claro cuando se le quieren buscar tres
pies al gato seguro que se encuentra. Conozco cófrades muy convencidos de que
debería articularse de fiesta siempre la Semana Santa y no la de Pascua para
que los niños/as pudiese acudir a la totalidad de actos que organizan las
cofradías de forma descansada y centrados totalmente, y que no lo pueden hacer
si han tenido clase previamente, aunque el horario no coincida.
Por otro lado estoy leyendo con perplejidad las declaraciones que sobre el
tema se están vertiendo desde FAPAR, donde en principio se están negando en
redondo a la posibilidad de cambio, sin considerar en absoluto el ritmo escolar
de los niños/as pequeños, amparándose en la conciliación de la vida familiar. En este tema puedo estar de acuerdo, y SORPRENDENTEMENTE también argumentan que hay que hacer
una consulta amplia a las familias. Imagino que en la misma consulta se les
podría preguntar por el apoyo al cambio de tiempos escolares en cuanto al
horario, y que decididamente no coincidía con su postura a la hora de apoyar la
Orden que se publicó. Me sorprende que antes de verter esta opinión no se haya
lanzado un comunicado en el que hubiese una rectificación de postura, tras el
porcentaje que se obtuvo en las votaciones.
Es cierto hay que preguntar a las familias, pero aquí sí que hay factores
externos que hay que tener en valor, no en cuanto a la distribución de los
periodos vacacionales a lo largo del curso, sino en cuanto a la fecha de inicio
y final del calendario. El factor importante que hay que contemplar es el
clima. La temperatura en los meses de junio y septiembre no es la misma en
Santander que en Zaragoza y no quiero decir ya en Sevilla. La única posibilidad de
que este factor fuese baladí sería la equipación de los centros con una
climatización adecuada, pero claro estamos hablando de una inversión
importante, que si se hubiese planteado poco a poco, no sería un problema, pero
nadie parece querer entender que meter a los niños/as en una clase de
dimensiones reducidas y con el calor subiendo la temperatura interior del aula
por encima de los treinta grados, pues no es muy adecuado. La situación que
acabo de describir es real, no es un ejemplo imaginado, en mi centro, en los
últimos días de curso, los cañones proyectores se sobrecalientan por la
temperatura ambiente. Es cierto que hay que buscar una racionalización del
calendario, que debe favorecer la conciliación de la vida familiar, pero lo
primero a realizar es lo que es técnicamente posible y se trata una adecuación de las
condiciones de las aulas para gestionar el mejor rendimiento escolar. Podemos
hablar de favorecer la innovación, de facilitar la mejora de los procedimientos,
pero hasta que no dispongamos de condiciones, ya no óptimas, sino simplemente
aceptables, no podremos soñar con dar un paso adelante. No es tan difícil, y a pesar de ello no
veo nunca a FAPAR protestar por las condiciones físicas de los niños/as en las
aulas, salvo cuando se habla de barracones, pero eso tiene repercusión
mediática, no sé si tiene algo que ver.
Lo dicho podemos hablar de innovación, de tiempos escolares, de
racionalización de calendario, pero mientras no contemplemos que no haya que
dar clase a treinta y dos grados... estaremos otra vez construyendo la casa por
el tejado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario