Estamos llegando a final de curso y es ahora cuando las relaciones
profesionales son difíciles de llevar, es el momento en el que se pasa la prueba del
algodón de la sinergia de un centro. Muchas veces confundimos el tener una
buena relación personal con una profesional, indudablemente la primera ayuda a
la segunda, pero es muy peligroso el identificarlas.
Muchos claustros de centros educativos los componen personas que tienen una
buena relación personal, he estado en algunos de ellos, y quedan a cenar de
vez en cuando, se van a tomar por ahí algunas copas, incluso acuden a los
acontecimientos familiares de algunos compañeros/as. Normalmente presumen de
que su colegio funciona como una balsa de aceite y sin embargo pueden no tener
criterios comunes de evaluación, ni de actuación en las acciones cotidianas
de un docente. Son islas aisladas dentro de un miso colegio, es lo que yo
llamaría centro archipiélago. No hay ninguna discusión, puesto que
los temas en los que podrían surgir las fricciones no se tocan, salvo algún
asunto futbolístico, y no es un tema muy profesional.
De forma paradójica en aquellos colegios donde el compromiso de coordinación es mayor, es
donde se producen más fricciones y donde estos días de final de curso el
ambiente es más tenso. Criterios enfrentados, que no se han coordinado del todo
bien, o que aunque se haya hecho, luego la dinámica diaria ha marcado la
interpretación hacia el criterio personal. No pasa nada, eso indica dinamismo y
vida escolar, no solo vida social.
El problema puede surgir si no se gestiona bien, y las discusiones
profesionales se trasladan al plano personal, pero lo cierto es que no se suele desembocar tan lejos.
Así que casi podría considerarse un buen síntoma este ambiente de pequeña
frustración y habría que preocuparse si no se diese.
Lo importante es mantener el respeto, pero estamos hablando de centros
educativos, así que lo doy por descontado. También surgen cuestiones de amor
propio, donde debido al cansancio y al estrés acumulado a lo largo del curso,
tendemos a valorar mucho nuestros esfuerzos y a no dar tanta importancia a
los de los demás, normalmente porque se implementan en campos que son ajenos a
nuestra realidad diaria y por tanto de difícil valoración por nosotros.
Pero con el verano y las vacaciones llegan la calma y la reflexión. Somos
capaces de tener una visión más global de la labor de todos/as y es cuando con la tranquilidad adquirida recargamos la ilusión y la motivación a
la vez que revaloramos el esfuerzo de nuestros compañeros/as, llegando a la
conclusión de que con nuestro pequeño enfado no hemos sido justos/as con la mayoría.
Y así vuelta a empezar. Es el ciclo vital que renueva la vida pedagógica del colegio, no podemos olvidar que las flores más bonitas nacen de los cactus.
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