Puede ser que algún cargo directivo de una escuela, asuma los malos momentos que conlleva, por el plus, puede ser que alguna familia llegue apurada a final de mes, y ese suplemento sea necesario, pero con la cuantía de dicho complemento, no creo que sean muchos los casos.
Todos tenemos nuestro ego, y nos gusta que nos digan que hacemos las cosas bien, pero dentro del magisterio, son muchas más, las veces que el nombre de un cargo directivo circula negativamente, que las que lo hace positivamente. No creo que tampoco sea la motivación mayoritaria. Por eso he afirmado antes, que en la mayoría de los casos, lo que prima, es poder moldear una escuela, según tus principios pedagógicos, luego la motivación creo que es en la inmensa mayoría de los casos vocacional.
Muchas veces, el cansancio, la falta de resultados, los desencuentros que se producen con los que están trabajando a tu lado, los malentendidos con las familias del colegio, generan una angustia, que te hacen desear volver a las aulas a tiempo completo. Volver a disfrutar de ser maestro, al lado de los niños/as, y obedecer las directrices que se marcan cuando surge algún problema, sin tener que romperte la cabeza en exceso. Por eso digo que un cargo directivo de un centro educativo, no puede perder el contacto con el aula, no puede perder el combustible ilusionante, que supone el contacto con tu verdadera vocación, que la labor de un directivo escolar no debe convertirse en gestionar, y solo gestionar.
Si no fuera por esos momentos, nos acabaríamos convirtiendo, en verdaderos apagafuegos, transformando la función directiva en la de bomberos de las soluciones conflictivas, conflictos que luego te llevas encima, y que acumulados, los de un día tras otro, llegan a pesar en demasía.
Es difícil volver a recuperar la ilusión cuando empieza a marcharse. Es un ejercicio muy exigente, y difícil de llevar a buen puerto. Al menos en mi caso me consume emocionalmente.
De momento lo he podido superar, aunque conforme pasan los años, la edad no perdona, me cuesta más salir de estos baches, la llamada a dejarse organizar y estar solamente pendiente del devenir de tu clase, cada vez es más fuerte.
Por eso, tengo claro, que si la ilusión por mejorar el colegio, empieza a ser mucho menor que la de dar clase, no merece la pena seguir en un cargo directivo, puesto que otra persona con más ilusión, generará mejores resultados.
Con esto, quiero decir, que cuando se ocupa un cargo directivo, no podemos verlo, como un puesto para toda la vida, es más sería perjudicial. Si alguien lo ve así, es que lo que busca, es una salida de las aulas, y eso sería un síntoma todavía peor. Si alguna vez tuviese esa tentación, entonces sí tendría serios problemas profesionales. Espero que las personas que conviven conmigo me avisen de ello si no me percato.
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