Cuando a un centro se le plantea la posibilidad de incluir un aula TEA en su composición jurídica, comienzan las reticencias de los maestros/as, y eso que están dotadas de personal, y tienen una dotación bastante adecuada. Pero la posibilidad de tener en nuestra aula durante unas horas determinadas, a un alumno con dicho trastorno, empieza a echarnos hacia atrás en nuestro entusiasmo sobre la inclusión. Y no critico para nada esta postura, me parece normal, humana, incluso lógica. Pero antes de hablar sobre inclusión creo que todos/as deberíamos ponernos en este supuesto y analizar cuál sería nuestra postura ante esta situación.
Para empezar creo que habría que reflexionar sobre dos tipos de inclusión. La que afecta a una discapacidad motórica o intelectual, y la que viene marcada por una situación social desfavorecida que acarrea problemas de conducta.
Las primeras son, a mi entender, más fáciles de llevar, sobre todo si traen consigo un aumento de personal, que además es especialista en este tipo de discapacidades. Es verdad que supone para los tutores/as un aumento de trabajo, puesto que tienen que desarrollar Adaptaciones Curriculares y además llevarlas a cabo. Pero es un problema de cantidad de trabajo, se puede gestionar más o menos bien, y como hemos dicho que conllevan profesionales de apoyo para el colegio, el número de intervenciones individualizadas con estos niños/as aumenta considerablemente. Luego, con una buena coordinación entre los profesionales, las acciones educativas suelen desembocar de forma exitosa. No es fácil la inclusión de estos alumnos/as, pero está considerada por parte de la Administración, aunque debería serlo en mayor medida, y por lo tanto dotada de recursos.
Otro caso es quien saca más beneficio aquí de la inclusión, el niño/a con deficiencia, o el resto de los compañeros/as. Creo que es una relación simbiótica, y si hubiese que apostar por los más beneficiados/as creo que serían los niños/as "normalizados", puesto que el grado de aprendizaje en educación emocional, es tremendo, así como el desarrollo de su capacidad empática. Muchos padres/madres ven como un inconveniente que en clase de su hijo/a haya un alumnos con discapacidad, creo que rápidamente se dan cuenta que no es así, y posteriormente se percatan del beneficio que esta situación ha supuesto para sus hijos.
Otro caso muy diferente es cuando el colegio debe lidiar con casos de exclusión social. Estos alumnos/as no están considerados como un plus en el trabajo, no hay mejora en la dotación de medios ni de personal para el colegio, y además los centros donde están matriculados son etiquetados por las familias como "poco deseables" a la hora de elegir centro educativo para sus hijos/as, independientemente de la labor educativa que se realice en el colegio. Esta inclusión se me hace mucho más difícil. Para empezar los alumnos con alguna discapacidad no la han elegido, ha nacido con ella, y no son capaces de voltear la situación. Aquí es diferente, puesto que sí que hay un grado de elección. Es cierto que la situación social de estos niños/as les marca de una manera atroz, pero también es cierto que la mayoría de las veces su voluntad para salir de esta situación es nula. No quiero que nadie entienda lo que no quiero decir, se merecen toda la ayuda y el apoyo que les podamos dar, yo me dedico en mi centro a apoyar a estos niños/as. Pero la Administración no quiere ver la singularidad de estos alumnos/as a la hora de repartir los recursos humanos, puesto que no tienen una incapacidad demostrable clínicamente. Es cierto que pueden ser dictaminados como ACNEA por exclusión social, pero a la hora de repartir el cupo de maestros/as, esta consideración no se ha tenido en cuenta en los últimos años, lamentable.
Así que los centros que deben de lidiar con este tipo de inclusión educativa no tienen otro remedio que apelar a la imaginación didáctica y organizativa, para poder individualizar al máximo la atención de estos alumnos/as.
Nosotros/as hemos hecho lo que buenamente hemos podido, hemos articulado un gran número de grupos de apoyo, atendiendo además a las contingencias del centro, apoyos de nivel, compensatorios, de proacción, preferentes, grupos flexibles, de PT, de AL, emocionales, todos ellos están explicados en diferentes entradas de este blog.
Incluir no es meter a todos los alumnos/as en la misma aula, y tratarlos igual, es atender sus diferencias, y adecuar su camino educativo, para que pueda ser lo más fructífero posible. Eso sí, si queremos una escuela realmente inclusiva, la Administración no puede optar por el café para todos a la hora de repartir los recursos humanos entre los colegios. Es una ventana que tenemos que abrir totalmente y quitar todas las verjas con el tiempo han ido surgiendo, en resumen valentía, imaginación y entusiasmo.
Imagen: http://enfocandoaalba.blogspot.com.es/
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