Lo primero es que debe ser algo consensuado, que sea de una vez perdurable en el tiempo, que no destruya aspectos positivos, solo por la necesidad de mostrar contraposición.
Lo segundo es que debe ser convergente con la legislación europea, que cuando un alumno/a se traslade de un país a otro de la unión, su mayor dificultad sea la idiomática, no la administrativa.
Lo tercero es que debe ser convergente entre las autonomías. En este punto sería muy interesante el llegar a acuerdos entre las diferentes administraciones autonómicas. Un niño/a debería poder cambiar de una comunidad a otra, sin que los cambios de currículo le supusiesen ninguna dificultad.
Todo esto son cuestiones de alta política en las que poco podemos intervenir, puesto que se mezclan con otros aspectos más complejos. Lo que sí que es cierto, es que hay algún aspecto en la LOMCE que quiere ser innovador, pero que no lo es definitivamente. Se queda a medio camino, sin terminar de romper con paradigmas anteriores y muy antiguos. Si se llegase a la formulación de una nueva ley, sería importante que estos aspectos se tuvieran en cuenta. Me centro en uno de ellos. La ley en vigor, marca que la promoción entre cursos debe hacerse teniendo en cuenta la calificación competencial, sin embargo obliga a marcar en el expediente las áreas suspensas. No termina de decidirse entre lo de siempre y lo nuevo, no llega a romper, y se queda entre dos aguas, queriendo contentar a todas las opiniones, sin conseguirlo con ninguna.
¿Son necesarias las dos evaluaciones? ¿Si la promoción de los alumnos viene dada por los resultados competenciales, es necesario que deba incrementarse el expediente académico con una valoración por áreas? A mi entender, la última sigue existiendo por no querer enfrentarse a los defensores de lo de siempre. Si la nota de la competencia matemática está bien puesta, se ha calificado profesionalmente y de forma eficaz, no tiene ningún sentido el duplicarla con la que decide el profesor de matemáticas individualmente. Sí que es necesario que pueda aportar sus impresiones particulares y que las mismas lleguen a los padres, para que sean partícipes de todas las coyunturas que se producen en el proceso escolar de sus hijos/as. Pero una duplicidad de las calificaciones no tiene más valor que el aumentar la burocracia en el expediente de los niños/as. Además lo que se consigue es una desazón entre el profesorado que no ve sentido en realizar el nuevo modelo de evaluación, y la innovación metodológica que llevaba acarreada se queda paralizada, puesto que hemos dado una excusa para permanecer en la zona de confort que da lo habitual.
Entonces para evitar esta situación que puede llevar a la confusión, una posible solución sería el evaluar y calificar desde las competencias y solo desde las competencias. Como todos los cambios, conllevaría una bronca inicial, una explosión de protestas sobre todo por parte del sector docente que vería un poco removidas sus bases pedagógicas, pero sería hacia una mejora, al menos a mi entender, del proceso educativo. Es cierto que ahora mismo, al menos al final de curso debemos realizar la evaluación competencial, pero lo que se está haciendo es realizar una traslación de las notas de área hacia las competenciales, con las que creemos que tienen más cercanía, pero no suele ser una decisión tomada por el equipo didáctico, sino más bien por el tutor/a. Así pues en la mayoría de los casos estamos en un proceso ineficaz. Si solo tuviésemos que reflejar la nota competencial, podríamos trampear igual, pero sería realizar mal un trabajo para nada, o al menos supondría un esfuerzo parecido a hacerlo directamente bien. Creo que deberíamos dar ese paso, que no tenemos que tener miedo a avanzar, aunque a veces nos suponga ver malas caras. Los cambios cuestan, pero cuando se ven los resultados, las sonrisas vuelven.
Cuando en el colegio planteamos una reagrupación de los alumnos/as en los cambios de ciclos, como una mejora de la convivencia, los padres/madres pusieron el grito en el cielo. Ahora los que más se asustaron están encantados con la medida. El mar puede dar miedo, pero el susto es menor si vas en un buen barco y con un buen piloto. Lo que asusta de verdad es navegar entre dos aguas.
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