Lo primero que me gustaría comentar es que pertenecemos a un cuerpo donde la
mayoría de las veces nos formamos fuera de nuestro horario laboral, muchas
veces a costa de nuestros recursos, y que casi siempre el beneficio revierte en
nuestros colegios sin ningún tipo de recompensa, ya no monetaria, tampoco
personal. Me refiero a aquellos maestros/as que acuden a los cursos de
formación con un propósito de mejora, con un entusiasmo vocacional, lejano a la
consecución de créditos que nos avalen la consecución de un sexenio
laboral, que es la motivación de un segundo grupo, que además resulta ser el más estereotipado.
Es importante hacer esta aclaración. Puesto que muchas veces, al
generalizar, confundimos las dos motivaciones y ya no es que no se parezcan, es
que son diametralmente opuestas.
La administración inventó, hace ya bastante tiempo, el complemento de formación
permanente. Pensaba que si suponía una mejora de sueldo, aunque sea una pequeña
cantidad, motivaría a los docentes en una formación que se reflejaría en la
mejora en las aulas. Pero sin un seguimiento adecuado, se ha convertido en un
mero trámite, que han de pasar los maestros/as para acceder a esa mejora
salarial, que se obtiene, sea cual sea la plasmación de esa formación obtenida,
en las aulas. Más importante debería ser este seguimiento si pensamos que muchos de los profesionales que se forman bajo esta única motivación, acuden a los
CIFEs como el paso de un peaje, pero sin ninguna intención de que los
conocimientos que le van a aportar supongan un cambio metodológico en su
quehacer diario.
Sin embargo los motivados por actualizar realmente su labor en
las aulas, acuden la mayoría de las veces a costa de su esfuerzo, su tiempo y
su dinero, se forman en cursos muy concretos o formación muy especializada, sobre temas que
ya dominan y que ponen en práctica como perfeccionamiento de su labor diaria.
Curiosamente, a la hora de hablar de la formación docente en
España, se piensa siempre en el primer tipo de maestros/as a los que me he
referido y nunca en el segundo. La administración tuvo una buena idea con la
vinculación de parte del salario a la formación, pero como casi siempre, no pensó en una
evaluación del sistema que ayudase a mejorarlo, y evitar que se enquistara en un
procedimiento administrativo sin más. No se preocupó de hacer un seguimiento
pedagógico, y eso que le suponía y le supone una fuerte inversión económica.
Dejó otra vez, y van muchas, la consecución de resultados al "voluntarismo"
de los docentes, pero no quiso pensar en premiar a los que lo hacen más
eficazmente, cayó en el "café para todos" que no solo no motiva a los
mejores a seguir por el camino que se han trazado, sino que también profundiza
las malas prácticas profesionales.
Si la administración a través de los centros de formación de profesores,
gasta un dinero en formar a los mismos, y los maestros/as han acudido de forma
voluntaria a esa formación, debería hacerse un seguimiento de las dificultades
y de los logros que se han obtenido con la puesta en práctica de lo aprendido por los docentes. Si no se ha logrado una mejora en la práctica educativa, mejor
dicho, si no se ha intentado, esa formación ha sido inútil, solo supone una
pérdida de recursos que en estos tiempos no podemos permitirnos.
Si un docente recibe una formación a costa de la administración, sería
lógico que hubiese un sistema de feedback desde donde se pudiese evaluar los
resultados que ha tenido dicha formación, y las razones por las que no se han
llevado a cabo en caso de no hacerlo, podría haber argumentos valiosos para no
implantarla. Pero así nos quedamos a medias, solo sabemos la gente que ha
acudido a los cursos o seminarios, pero no sabemos la incidencia en la mejora
del sistema.
Si no somos capaces de acceder a estos datos, de mala manera podremos
mejorar la función docente a través de la formación de los maestros/as. Creo
que es una información que ayudaría y mucho a mejorar tanto la práctica docente
como los planes de formación.
Otro apartado podría venir por la elección de los campos en los que debe
formarse el claustro de un centro, conozco casos donde los maestros han recibido cursos de taichí,
pero no para aprender a trabajarlo como una unidad didáctica en E. Física, sino
como curiosidad y una forma de adquisición de créditos. Debería ser el servicio
de Inspección quien valorando las carencias de los diferentes centros,
plantease unas necesidades a cubrir, con una obligatoriedad en la subsanación
de las carencias, que también debería ir ligada al complemento de formación
permanente. Creo que no es ninguna idea descabellada, eso sí deberíamos romper
algunos moldes para poder llevarla a cabo, y eso es tan difícil...
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