Creo en la funcionalidad de los servicios públicos, no me quejo de los impuestos que debo pagar si luego observo que con el dinero de todos, y por tanto también mío, se solventan situaciones que son de la necesidad general, o de los conciudadanos más necesitados. Pero no vale con fijarme en la gestión de los demás y criticarla si no me parece razonable, es conmigo mismo con quien debo aplicar con más rigor esta premisa.
Estamos en pleno proceso de evaluación inicial, apurando el conocimiento de los alumnos/as para derivarlos a un tipo de apoyo o a otro, según cuales sean las necesidades de los niños/as. Es muy importante que esta derivación sea lo más reflexionada , para que la actuación a realizar sea lo más positiva posible, e influya para bien en el desarrollo pedagógico de cada uno de los alumnos/as y del centro en su generalidad.
La evaluación inicial no debe convertirse en un mero trámite que nos impone la administración y que desarrollo solo para cubrir el expediente. Podríamos caer en la tentación, de pasar una prueba escrita a los alumnos a principio de curso, y así, tener cubiertas las espaldas en caso de una visita del servicio de inspección. Eso sería ser malos profesionales y además al no realizar un trabajo útil y beneficioso, sería un mal empleo de los fondos públicos.
La reflexión sobre los grupos de apoyo debe ser por tanto meditada. Seguramente vamos a cometer errores, y alguna familia no estará de acuerdo sobre las medidas que hemos adoptado sobre sus hijos; todos los padres querrían que sus hijos participasen de los apoyos de proacción, pero hay veces que si lo más conveniente para un alumno/a, es acudir a un grupo de refuerzo, ya no les parece tan bien, puesto que creen, erróneamente, que eso va a estigmatizar a sus niños/as.
Somos conscientes de esta situación, y a veces, en pleno proceso evaluatorio, comentamos que alguna de las resoluciones que estamos tomando, van a ocasionarnos problemas de incomprensión por parte de alguna familia. A pesar de eso, y de que podríamos cambiar alguna medida para evitarnos estos problemas, no lo hacemos.
No se trata ya solamente de profesionalidad, ni de mirar por la mejor escolarización de un niño/a determinado, se trata de soluciones individualizadas. También de un mejor uso del dinero público. Las plantillas de los centros son caras, gran parte de nuestros impuestos se destinan a sufragar los gastos que ocasionan, y es nuestro deber, sacarle el mayor jugo posible a nuestro trabajo.
Debemos ofrecer a los niños/as la mayor cantidad de oportunidades posibles de ser exitosos en la adquisición de las competencias que se trabajan en la escuela; pero no se lo debemos solo a los niños y sus familias; también tenemos que cumplir con quien nos paga, la sociedad que nos contrata, teniendo en cuenta que nosotros somos parte de la misma. Si nosotros somos a la vez empleados y jefes no podemos ni debernos fallar. Solo si nos exigimos a nosotros mismos podemos exigir a los otros. No sería capaz de pedir mejor gestión a los demás, si no estuviese convencido de que, en mi labor puede no haber aciertos, peronunca falta el esfuerzo.
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