El otro día veía una película de Denzel Washington, mediaba en el
asalto de un banco con rehenes, y me sentí identificado con ese papel. Había
unos superiores que hacían recaer sobre el protagonista la responsabilidad del
buen resultado de la operación, pero por otro lado, no le daban manga ancha para
que tomase las decisiones que creyese oportunas. En nuestro caso, el papel de
los superiores no está individualizado en una persona en concreto, sino que se define
mejor por la administración en su sentido más general, y su rehusar a mojarse
en las ocasiones que pueden resultar políticamente perjudiciales.
Cuando tienes que notificarle a unos padres una mala conducta de uno de sus hijos,
y en lugar de escuchar, asumir la situación, e intentar corregir la
postura del niño/a, se soliviantan y buscan excusas que raramente son
razonables para justificar su actitud, te encuentras ante el momento más
ingrato de la labor directiva.
Desde la administración no te preparan para estas situaciones, y es la
experiencia, la que te va moldeando, para saber desenvolverte en estos
momentos. A veces son situaciones de tensión que te absorben mucha energía
emocional, energía que necesitas para el desarrollo puntual de tu labor
docente, y que es una pena que se vaya para intentar convencer a unos padres,
sobre lo que es mejor para sus hijos.
Cuando se asume pertenecer al equipo directivo de un colegio, piensas que tu
labor se va a centrar en los alumnos/as y en los docentes, puede ampliarse al
personal que trabaja en el centro, lo que nunca esperas, es que la labor de
psicólogo-trabajador social, con algunas de las familias, vaya a ocupar una
parte importante, no ya de tu tiempo sino de tu energía.
Entiendo que a las familias hay que atenderlas, solucionarles todas las
dudas que puedan tener sobre la labor formativa que se realza en nuestra
escuela, pero en algunos casos, muy pocos por suerte, se extralimitan en sus
peticiones, tienes que aguantar faltas de respeto, o incluso alguna amenaza
solapada. Es entonces cuando aparece la figura del negociador, es una situación
complicada, no puedes tolerar una falta de respeto, puesto que no es solo hacia
ti, sino hacia el cargo que ocupas, que debe ser intocable por lo que
representa. Pero también hay que tener en cuenta que la escolarización de los
alumnos/as es larga, y que hay que mantener una relación con esa familia a lo
largo de varios años, y hay que hacer, aunque no sea más que por el bien de los
niños/as, que la misma sea llevadera, y que no se convierta en una tensión
constante, al menos por la parte que corresponde al equipo directivo.
Es quizá la situación más difícil de llevar, puesto que se escapa, en
algunos momentos, a tu capacidad de gestión. Es cierto que hay una nueva ley
que otorga a los docentes la figura de autoridad, pero se trata tan solo de una
figura jurídica, que en los momento de la verdad sirve de poco, salvo que
tengas que recurrir a un juicio, lo que es muy excepcional, y un trago que no
le deseo a nadie. Es mejor un mal acuerdo que una sentencia, por ello ante
algunas visitas es mejor enfriarse, una buena amiga dice que hasta visualizar
un témpano de hielo, y así asumir estas ingratas reuniones de una forma
en la que lo profesional se imponga a lo emocional.
No se me ocurre otro consejo mejor para los compañeros/as que ostentan cargo
directivo y que seguramente se verán alguna vez en esta situación, estos malos
tragos mejor con hielo y que piensen en Denzel Washington.
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