Es evidente que la escuela no puede desempeñar ningún tipo de papel en el desarrollo político de un país. Es evidente que desde los colegios, los profesionales que trabajan en ellos, deben tener el máximo cuidado para que sus opiniones personales no se filtren, ni mínimamente siquiera, hacia sus alumnos/as. Creo que esto se cumple casi a rajatabla. Pero también es verdad que la mayoría de las personas que dirigen un gobierno, o tienen posibilidad de hacerlo, saben que a la opinión pública se le convence a corto plazo a través de los medios de comunicación que crean opinión, y a largo plazo, a través del proceso educativo, que crea convencimiento.
Para los niños/as la figura de los padres y de los maestros no genera ningún tipo de desconfianza, por lo tanto, lo que se escucha en un pupitre, suele pasar directamente al campo de las convicciones, sin pasar por el filtro previo de la razón. A menor edad de los niños/as, más rápido y más profundo es ese convencimiento.
Por este motivo, es muy importante el que se acuerde un currículo entre todo el espectro político, desde el que se dejen las bases muy bien puestas y sólidas para poder crecer como ciudadanos/as y mejorar en todos los aspectos como país y como estado. Pero es que por esta misma razón, los partidos saben que los sentimientos y las convicciones se forjan en la infancia, es por la que no se ponen de acuerdo, y a mi entender tristemente, nunca se pondrán.
Los profesionales tenemos que centrarnos en la metodología. Esa es la parte técnica de la educación, y es en la que debemos dar nuestra opinión a la hora de redactar una reforma educativa definitiva. Por cierto se nos pregunta muy poco.
Pero estamos a expensas de las derivas ideológicas que se quieren implementar desde los estamentos políticos. Debemos exigir a los responsables de estos puestos, que actúen con el objetivo de buscar una mejor sociedad para nuestros niños/as, no de lo que les interesa políticamente, que es una visión egoísta y cortoplacista.
Por eso paseando ayer por Barcelona y mirando a los balcones, me percaté de la gran labor que tienen ahora los colegios, para gestionar su realidad social día a día, y lo mucho que se les ha utilizado, desde todos los ámbitos para crear ese clima de convicciones enfrentadas.
¿De verdad que Educación para la Ciudadanía no era necesaria? Lo era y lo sigue siendo, pero donde más hace falta es en los parlamentos.
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