La campaña electoral está entrando en el sprint final, y de ahora hasta las navidades vamos a escuchar muchas propuestas.Desde el otro día circula por los medios, la posibilidad de ampliar la educación obligatoria hasta los dieciocho años. Así, a primera vista, parece difícil que nadie pueda oponerse a algo que en principio supone una mejora de la calidad de vida de la ciudadanía. Podemos suponer que los jóvenes estarán mejor en un centro educativo, que en la calle sin acceder a un puesto de trabajo. Pero sin duda alguna, hay que plantearse en que condiciones se va a llevar a cabo esta obligatoriedad. Los posibles alumnos que ahora mismo están fuera del sistema educativo y, que deberían hacerlo si se cambia la legislación, han renunciado a permanecer en los centros educativos. No es el mismo caso que el de los universitarios que no pueden continuar sus estudios por problemas económicos. Se trata de personas que ven los institutos como una pérdida de tiempo, y para los que la obligación de acudir es una losa que excita su rebeldía y convierte en un problema algo que en principio era una solución.
Si ya en los colegios de E. Primaria hay problemas para motivar a algunos niños/as; y en los institutos tienen dificultad para combatir el absentismo de muchos menores de dieciseis años, lo que se conseguiría es aumentar el mismo. No creo que la mente del joven cambiase de repente, y aprovechase las ofertas educativas como una posibilidad de mejora.
La solución estaría, en ofrecer algo que fuese atractivo para los jóvenes que se encuentran en dicha franja de edad. Puede que la estadística diga que están escolarizados, pero una matrícula y una gráfica solo son válidas a la hora de justificar una actuación política; a costa de agravar la convivencia en los centros. Cuando se aumentó la edad de escolarización obligatoria de los catorce a los dieciseis, en los centros escolares de las zonas marginales, tan solo se consiguió aumentar el número de los "objetores escolares". La medida debería haber venido acompañada, de un presupuesto que aumentase las plantillas de los centros que tuvieron que asumir a estos alumnos. Además, hubiera sido deseable que se hubiesen previsto programas motivadores, de inserción laboral o de otro tipo que habría dado una salida exitosa a la reforma. No se hizo así, y la consecuencia fue una reforma educativa fracasada, cuando en realidad estaba bien planteada en sus orígenes.
El problema no afecta a todos los centros de la misma manera. Aquellos que tienen mayoría de alumnos/as que van a continuar sus estudios, hacia grados o módulos superiores, no sienten en sus carnes la parte inconveniente de la medida. Afecta sobre todo a los que atienden a la parte más humilde de la sociedad.
No podemos caer en el mismo error.No podemos plantear una medida, sin reflexionar sobre quien va a cargar sobre sus espaldas las consecuencias, La medida es positiva así asépticamente, si además se consiguiese llevarla a cabo apoyando a quienes van a sufrir las consecuencias negativas para minimizarlas al máximo, sería incluso una buena medida. Pero después de experiencias anteriores tengo ciertas dudas, Hay que innovar y más educativamente, pero en lo que hace referencia a tu trabajo y tu responsabilidad directa. En lo que hace referencia a los demás, experimentos con gaseosa.
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