A lo que íbamos, es muy fácil culpar a las últimas instancias productivas, o a los mitos sobre una determinada zona o profesión, pero en realidad las diferencias productivas, vienen marcadas por los sistemas implantados en una sociedad, y estos sistemas solo se pueden cambiar desde la legislación. Es pues obra de los legisladores, el solucionar su falta de eficiencia; y es su deber legislar para cambiar el rumbo. A veces, esas legislaciones deben ir en contra de los usos y costumbres, y pueden significar pérdida de votos. No podemos culpar al maestro armero si las cosas no funcionan lo bien que podrían funcionar.
En el modelo educativo aragonés, y en cualquier otro,( vamos a centrarnos en el nuestro), hay muchas cuestiones organizativas que nos darían mayor nivel de eficiencia. El horario, por ejemplo, pero nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato. Ya sé que hay muchos estudios que dicen lo que quiere que diga quien paga dicho estudio, pero una racionalización en una mañana, con la jornada escolar al completo, facilitaría la realización de otras actividades por parte de nuestros alumnos/as en el resto de la jornada, contribuyendo a una formación más integral y completa, o sea, facilitaría la eficacia.
Un desarrollo de la tecnología en los centros, no tiene que consistir en llenar las aulas de tablets-pc, carísimos por cierto, sino en facilitar buenas conexiones y dotar a los colegios e institutos de herramientas que fueran funcionales, además de baratas, facilitaría la eficiencia. Pero no hace falta que se den a todo el mundo por igual, sino a aquellos centros que se comprometiesen con su uso, y mejorando dichas herramientas tras una evaluación posterior, con una posible retirada del material si no se ha usado convenientemente.
Productividad consiste en sacar rendimiento a las inversiones, no en ser de un país u otro; y, para sacar este rendimiento, a lo mejor desde la clase política se deberían plantear que debería haber un gran control sobre las inversiones públicas, con una inspección posterior a todas las inversiones realizadas. Por ello, a quien saque rendimiento a dichas inversiones, habría que dotarle con más, y al que no se lo saque, no hay que darle. El dinero, cuando hay poco, debe estar donde da más rendimiento, pero este rendimiento en educación nunca debe ser económico, sino social.
De la misma manera que hablamos de materiales, podríamos hablar de personal; a los centros que demuestren más implicación en proyectos, y mayor nivel de mejora sobre su situación anterior, se les podría dotar de un plus de personal, puesto que así estimularíamos un mayor rendimiento profesional. Pero ese tema podemos tratarlo otro día
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