UNA PEQUEÑA APORTACIÓN DESDE MI HUMILDE EXPERIENCIA, SOBRE COMO SE PUEDEN INTENTAR SOLUCIONAR LOS PEQUEÑOS PROBLEMAS DIARIOS QUE SE PRODUCEN EN LAS ESCUELAS.
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domingo, 21 de mayo de 2017

Los docentes debemos ser PROFESIONALES antes que artistas.

Lo atractivo de lo bello, de lo bonito es algo innegable. En una sociedad como la nuestra, donde lo inmediato tiene un lugar de preferencia, donde lo visual prima sobre cualquier otra forma de acceso a la información, precisamente por eso, por la velocidad en el procesamiento de la misma, no podemos caer en la tentación de generar nuestros juicios de valor desde esta única perspectiva. Últimamente en los claustros docentes, se escuchan valoraciones sobre metodologías, sean innovadoras o no, como ¡qué bonito! ¡qué cool! o ¡qué cuqui! Sin embargo juicios de valor como ¡qué eficaz! o ¡qué buenos resultados se obtienen! son mucho menos frecuentes. Lo cierto es que estamos perdiendo un poco el norte de los objetivos de nuestro trabajo. La belleza en los materiales preparados y su atractivo  visual son importantes, pero desde luego no pueden ser el eje sobre el que vertebrar una determinada metodología, ni el eje director de nuestro trabajo.
Si queremos implantar una innovación educativa en nuestro proceso educativo  y en nuestro entorno, no podemos cargarnos con más trabajo que el que necesitaba nuestra dinámica anterior, puesto que si no lo conseguimos, el nuevo método está condenado al fracaso más tarde o más temprano.
Si yo pretendo trabajar sin libros de texto, no puedo implementar una metodología que me requiera tres horas de preparación de material diariamente, o al menos no durante un tiempo excesivo. Puedo asumir esta circunstancia por un tiempo limitado, la ilusión del cambio me arrastrará por unas semanas, pero si no logro revertir esta situación, me cansaré y volveré a trabajar con los materiales anteriores, los libros de texto. 
Cualquier cambio metodológico tiene que suponer una mejora en el proceso de aprendizaje de los alumnos/as, pero también en el procedimiento de trabajo del docente. Veo a muchos maestros/as recortando cartulinas, diseñando materiales para una única actividad, decorando una pared y haciendo fotos que luego se comparten en las redes sociales en grupos de docentes. Pero también, cada vez más veo a compañeros/as que se han visto arrastrados a compartir la actividad "innovadora" en el centro echando sapos  y culebras por la poca rentabilidad que le ven a dicho trabajo. Si queremos un cambio metodológico, no puede venir por cargar a los docentes de tareas que pueden ser sustituibles, o que no son imprescindibles en la metodología que queremos cambiar, a no ser que tengan una rentabilidad pedagógica extraordinaria, que no suele ser el caso.
Si queremos un cambio real, debemos buscar la eficacia,  la eficiencia y la rentabilidad del trabajo por encima de cualquier otra consideración, incluida la estética; sobre todo la estética. Con ello no quiero decir que sea negativo fabricar materiales atractivos, quiero decir que no puede ser nuestra primera premisa, que tan solo debe ser un añadido, a realizar solamente cuando sea posible, y que suponga una carga de trabajo adicional.

Somos o al menos debemos ser profesionales, personas formadas para solucionar problemas complejos dentro de un campo determinado, no somos artistas, aunque pueda ser un plus. No debemos confundir el orden de las cosas. Lo importante es ser eficaces en nuestro trabajo, lo demás es secundario.

Lo importante es ser capaz de subir a una montaña, y hacerlo de la forma que nos genere el menor cansancio posible, aunque sea mucho más "cool" hacerlo mientras se cantan arias operísticas, por mucho que Plácido Domingo nos haya dado una ponencia como "experto" en educación.




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