Leo con estupefacción un artículo de opinión en el Heraldo de
Aragón donde se critica la petición de un padre, agnóstico en sus creencias
religiosas. Reclama que su hijo pueda acudir a un colegio donde ninguna
confesión religiosa esté presente en el Proyecto Educativo del centro. Como
argumento, el periodista, plantea que por el mismo motivo una persona católica tiene el
derecho a llevar a su hijo a un colegio con ese ideario, cuestión que nadie
pone en duda; pro es que además, por el mismo motivo, esgrime que debe ser financiado por el erario público, lo cual
ya es algo más que discutible.
No se puede comparar el derecho
a la no alineación religiosa en la escuela, para que esa facultad corresponda
únicamente a la familia, que el derecho a poder elegir un colegio de una determinada.
Si así fuera ¿no tendría el hijo de musulmanes, hebraicos, mormones,
evangelistas, budistas, anglicanos y animistas el mismo derecho a tener a su disposición un
centro con concierto educativo que atendiese sus demandas religiosas? Se puede
contestar que no hay demandas suficientes para atender estas peticiones y que
no sería rentable ¿Pero es la rentabilidad económica el listón que debe definir
si los ciudadanos tienen un derecho o no? ¿El número de personas hace que un
derecho pueda llevarse a cabo o deba soslayarse?
Los argumentos se caen por su
propio peso. Estamos en una sociedad donde a base de repetir machaconamente
algunos argumentos los damos por ciertos sin llegar a realizar ninguna
reflexión sobre los mismos. Tanto es así, que eliminamos del currículo un área
como Educación para la Ciudadanía, con el argumento que era alienante, y
sin embargo, aumentamos el horario de la que lo es por definición, puesto que se
basa en la fe y no en la razón, la religión, sea la que sea. Total, en estos
tiempos con los casos de corrupción, los casos de violencia de género, los
casos de ataques terroristas, no es necesario que desde niños/as reflexionemos
sobre nuestro comportamiento individual dentro de la sociedad en la que vivimos
y que debemos mejorar. Es mucho más educativo que nos tengamos que creer a pies
juntillas aquello que se nos dice, muchas veces con el ejemplo opuesto, desde
las altas jerarquías del dogma x, me da igual el que sea.
No, no es lo mismo pedir una
educación en valores generales y aceptados por todos/as, que querer unos
concretos y determinados por un determinado dogma. No vale con decir que un
rezo no le hace daño a nadie aunque no sea creyente, me temo que no vale, sobre
todo porque a las personas a las que les he escuchado este argumento siempre lo
esgrimen cuando es el de su religión el que no es dañino.
Lo lógico es que la escuela
financiada por todos/as fuese agnóstica, que no atea, creo que sobra la
aclaración pero mejor matizar. Cada familia, después, en las horas de su
convivencia, debe decidir la orientación religiosa que quiera
darle a sus hijos, y llevarlos al templo que consideren conveniente.
Se puede argumentar que para
ello está la libertad de elección del área de religión en la escuela, pero
tampoco es así. En una como la mía, donde se oferta religión católica, religión
islámica, religión evangélica y valores, con diferente horario de los docentes
para cada una de ellas, lo único que conseguimos es una desorganización del
resto del currículo, sin que además, se pueda profundizar en demasiados valores
religiosos. Por otro lado, los valores ciudadanos, que se pueden abordar desde
la clase de religión, o no, quedan más y mejor trabajados en unos alumnos/as
que en otros, solamente por el tiempo que se dedica a su reflexión y
concienciación desde el área de valores que algunos no reciben dichas clases ¿Es que no
tienen la suficiente importancia en sí mismos? ¿A lo mejor es que no hay
interés en conseguir ciudadanos reflexivos y responsables y es mejor tener
gente sumisa que se crea los relatos con los que nos quieren alienar?
Yo como profesional, que ha
impartido Educación para la Ciudadanía, me sentí altamente ofendido cuando se
comentaba que estábamos adoctrinando a los niños/as desde nuestra área. Repito
que soy profesional de la educación, que tengo muy claros los valores que debo
impartir, separándolos de mis ideas personales, y sin embargo se me tachaba
poco menos que de manipulador de la mente de los alumnos/as. Sin embargo, la
labor de un cura, de un pastor, de un imán o de un rabino o de las personas
designados por ellos para la labor escolar, no se cuestiona, algo tenemos que
hacer para mejorar una sociedad que no quiere fiar de los profesionales que
ella misma ha elegido y sí que lo hace de otros cuya elección ha recaído en
figuras externas.
En teoría, ningún grupo quiere
nada malo para sus miembros, no me refiero a las élites de los mismos, sino al
grupo social en sí. Sin embargo, hemos dejado que se demonice a los
profesionales que han llegado a determinados estamentos sociales tras superar
las pruebas de promoción que la misma sociedad ha impuesto. Si eso es así, a lo
mejor deberíamos cambiar el sistema de acceso o de control de esos
puestos, pero no es normal desconfiar de su labor profesional. Confiar más en aquellos que no lo han superado, solamente porque
comparte una determinada fe religiosa, no me parece razonable. ¡Ah! que esto va
de fe y no de razón, ahora comienzo a entender.
Si miramos hacia arriba todos/as vemos el mismo cielo, eso es lo que se debe tratar en la escuela, aunque luego cada uno puede creer que detrás hay lo que quiera, pero eso ya es labor de la familia.
IMAGEN ALBA LAMUELA
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