Se acerca el final de curso y con él las sesiones de evaluación.
Los docentes nos ponemos muy serios cuando empleamos esta palabra, y más si lo
que se decide es la promoción o no de un alumno/a. Nos sentimos con una
responsabilidad que roza lo judicial, puesto que con nuestra decisión vamos a
determinar el futuro próximo de un niño o una niña. Está bien, así debe de ser, aunque me parece que otras cuestiones, como la evaluación de nuestra labor, que es mucho más importante, la tomamos mucho más a la ligera. Sin embargo, es cierto que somos profesionales y estamos capacitados para juzgar el desarrollo educativo
de nuestros alumnos/as. Pero lo curioso es que cuando en dichas sesiones de
evaluación, surge alguna discrepancia sobre lo conveniente o no para un
determinado niño/a, algunos compañeros se transforman repentinamente en
calculadoras y tan solo son capaces de repetir cifras sin ningún otro
argumento. "Es que tiene un cuatro con veinticinco". "Es que la media de las
evaluaciones no le llega, aunque ahora mismo sí que ha alcanzado los contenidos
mínimos", y un sin fin de argumentaciones de este estilo. No se oye hablar si el
alumno/a es competente, si se le ha evaluado teniendo en cuenta todas las
posibilidades que hacen referencia a las inteligencias múltiples, o sea si se
han usado varios instrumentos de evaluación además de las consabidas pruebas
escritas,..
Lo cierto es que los docentes
hablamos de evaluación pero lo que realmente hacemos es calificar, y calificar
contenidos adquiridos, con una miopía tal, que si fuésemos capaces de
vernos a nosotros mismos en determinados momentos, nos resultaría sonrojante.
Los cambios en el modelo de
evaluación, realizando un inicio de derivación hacia lo competencial no son
cosas de la LOMCE, ya en las leyes anteriores estaban contemplados, pero los
maestros/as nos negábamos a verlo. Como a todos los colectivos, nos cuesta
realizar cambios en nuestro modelo de actuación. El cambio de evaluación no es
posible sin una transformación metodológica. Es de las pocas cosas positivas
que le veía y le veo a la LOMCE, y sin embargo por no buscar una adecuación
real de nuestro trabajo, más allá de pequeños postureos con nombres en inglés,
somos capaces de desecharlos sin tener antes un proceso de reflexión.
Debemos valorar las capacidades
de nuestros alumnos/as, su forma de encarar los problemas, las estrategias que
son capaces de establecer, las técnicas que dominan y que utilizan, en suma su
capacidad competencial. Como digo que si queremos cambiar algo dentro del
colectivo docente, debemos facilitar la labor. Os vuelvo a
compartir la herramienta de calificación por áreas y competencias a través de los instrumentos de evaluación. Solamente
hay que descargarlas desde el widget lateral del blog. Os comparto también aquí
los video tutoriales. De todas formas debemos tener claro que no hay que
cambiar la calificación, sino la evaluación de todo el proceso, es lo que
realmente nos llevará a la transformación del sistema educativo.
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