Encontrar a un maestro/a que busque metodologías que salgan
de lo habitual, y que se adapten a las necesidades específicas de su grupo-clase, no es infrecuente, es eso que se viene llamando maestro/a innovador. Pero normalmente no
deja de ser una isla o una península dentro del mar. Lo complicado es encontrar
un centro que adopte, con la mayoría del claustro de forma participativa, esa
realidad "innovadora".
Esa es la
principal tarea de un equipo directivo, creer en una metodología y convencer a
sus docentes para que la sigan con entusiasmo. Si no es con convencimiento, obviamente se
puede imponer, no se obtiene ningún tipo de resultado positivo, puesto que no
hay nada más ineficaz que una fe impuesta. Si es por imposición, lo único que se consigue es fomentar una apariencia irreal, que no puede sustentarse en una
buena evaluación, ya que la misma se falseará para contentar al impositor pedagógico.
Esta situación es típica de muchos centros concertados, donde se quiere vender
innovación, pero sin convencer de forma efectiva a sus docentes. Puede vender
mucho entre las familias, pero se quedará en simple marketing.
Pero vamos a
pensar que hay algunos colegios donde el equipo directivo ha conseguido ese
convencimiento de su claustro, donde la gran mayoría tiene clara una línea
metodológica novedosa y donde el entusiasmo mueve el desarrollo didáctico de
los docentes.
Al principio todo va a ir sobre ruedas, el compañerismo va a
brotar por doquier y los maestros/as no dudarán en apoyarse mutuamente por el
bien de los alumnos y por corroborar la eficacia de la metodología adoptada.
Pero en el momento en que alguien quiera o pretenda enarbolar como propia una
idea, sin donársela al colectivo, todo se vendrá abajo como un castillo de
naipes.
Yo puedo ser el
impulsor de una metodología revolucionaria, pero en el momento en que implico a todo el claustro para llevarla a cabo, la idea deja de ser mía para convertirse en
nuestra. Yo solo seré el autor espiritual y primigenio, pero a partir de la
adopción de la misma por el colectivo, los méritos deben socializarse. Además, esta cesión debe hacerse de forma generosa por parte de los ideólogos. Si no es así, y se
insiste en el prestigio personal e individualizado, lo que se consigue es un
desánimo generalizado en el grupo y un deseo de retirada que terminará abocando en el fracaso pedagógico de la iniciativa.
Es humano el
buscar la satisfacción del reconocimiento personal, todos pecamos un poco de
"vanidosos", si no fuera así y no nos reforzasen con halagos alguna
vez, nos sería más difícil emprender iniciativas innovadoras. Necesitamos dicho
refuerzo, pero a la vez debemos ser generosos para repartir los halagos. Es más, si cualquier iniciativa se ha llevado a cabo entre varios miembros del
claustro, lo provechoso para el colegio es destacar al resto de los componentes, e intentar mantenerte en un segundo plano. Si no conseguimos dar a la
iniciativa este carácter colectivo, la misma desaparecerá cuando nos ausentemos
del centro durante algún curso, bien sea por traslado, o temporalmente, por una
comisión de servicios. En este caso, habremos obtenido un beneficio para unos
pocos docentes, pero al no poder extenderse al colegio, no será provechoso para
los alumnos/as que son los que verdaderamente deben beneficiarse de las
iniciativas "innovadoras".
Una columna puede
ser muy fuerte, pero hace falta toda la columnata para mantener el tejado.
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