Es una conversación que se puede escuchar en muchos lugares, sobre todo, durante la estancia de los niños/as en casa por no tener que acudir al centro escolar. Además se puede oír en multitud de ambientes sociales muy distintos. Todos los ciudadanos opinan sobre el tema, y dicho desde la envidia, o enarbolando ciertas banderas de justicia laboral, casi todo el mundo cree que los maestros/as disponemos de demasiadas vacaciones. El otro día traté el tema, en la entrada las gafas de maestro, pero hoy querría ir un poco más allá.
No creo que ningún maestro/a, al menos los que sienten una verdadera vocación, estén fuera de su labor totalmente, ni un solo día del año, igual que creo lo mismo de otros profesionales, que intentan mejorar el mundo en el que vivimos, desde su profesionalidad, sobre todo si su profesión es de trato e influencia directa sobre las personas. De todas formas, y tristemente, este es el emblema por el que la sociedad nos reconoce, nuestras vacaciones.
Estoy viendo como desde las redes sociales, ciertos grupos, intentan cambiar esta situación vacacional, sobre todo en lo que hace referencia al mes de julio, y por un lado no puedo dejar de ver, que los manejan dicha campaña, tienen razón en algunas de las razones que esgrimen.
Nos quejamos, amargamente, de la cantidad de trabajo que se nos viene encima a principios de curso, más aún cuando se produce un cambio de ley, y esa queja la hacemos pública, y además creo que justamente, puesto que gran cantidad de ese trabajo, se convierte en un mero formalismo, puesto que nadie nos obliga a que acarree una reflexión pedagógica y didáctica; solo nuestra propia profesionalidad. Sin embargo tras esa queja no llega la propuesta de dedicar parte del tiempo que tenemos en verano, y que ya digo que creo que dedicamos a una labor individual, a ponerlo en común en el centro, y así, propiciar una mejora de los resultados escolares del colegio. Por lo tanto lo coherente sería, que tras la queja, nosotros mismos, pidiéramos que la administración agilizase sus procedimientos, para que en el mes de julio, las plantillas y cupos del curso siguiente, estuviesen cerradas. Así teniendo ya la adscripción hecha el día dos o tres de julio, podríamos programar con tranquilidad las acciones a realizar en el siguiente año escolar. Lo podríamos hacer con un horario flexible, trabajando desde el centro y desde casa, pero acudiendo a las reuniones que fuesen necesarias, para que estas programaciones tuviesen coherencia de centro , y fuesen de la máxima eficacia para nuestros alumnos/as. Claro lo que no tiene mucho sentido es hacerlo sin saber que puesto vas a ocupar, hacer las cosas a ciegas.
La primera que debería ponerse a mejorar esta circunstancia debe ser la administración educativa, pero si los maestros/as están nombrados en julio, lógicamente no podemos dejar de pagar los meses de verano a los compañeros/as interinos. Pasamos de un problema pedagógico, profesional a otro político, y sin embrago la sociedad se niega a ver este matiz, si para la administración no tuviese este cariz económico, creo que ya hubiese intervenido.
A pesar de ello no creo que los maestros/as actuemos bien alejándonos de los centros durante todo el mes de julio, la visión social que se tiene de nosotros/as es muy negativa. No podemos ganar prestigio social, con todo lo que esto supone, si no ponemos de nuestra parte, y algunos de nosotros/as, nos pavoneamos de tener dos meses de vacaciones, lo he tenido que oír yo este verano, y me hacían daño los oídos, no creo que la persona que opinaba así ayudase mucho a nuestro colectivo. La sociedad va a mantener de paradigma este último comportamiento, y no el de la mayoría, que es el de los /as profesionales que buscan una mejora de la labor educativa, sea donde sea y cuando sea.
Tampoco podemos achacar a las vacaciones de los maestros/as el fracaso escolar, pero también es cierto que tenemos que hacer visible nuestra preocupación, como cuerpo de magisterio, de la mejora de la situación educacional de nuestra comunidad, para cierta parte de la sociedad parece que solo tenemos vacaciones, sin preocuparse de más a la hora de valorar nuestra actuación.
No vale solo con manifestar nuestras quejas, desde muchos ámbitos, sobre la realidad educativa, debemos empezar a entender que la sociedad está cambiando, y que debemos cambiar también algunas situaciones, a pesar de que en ello, cambiemos algunos usos y costumbres. Si la sociedad está cambiando, nosotros/as debemos cambiar con ella, y desde luego si no lo hacemos, no conseguiremos mejorar nuestro prestigio social, y sin él, difícilmente se mejorarán muchos de los problemas que tenemos en la escuela. A veces la coherencia cuesta en un principio, pero a la larga, nos trae siempre beneficios.
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