Es un tema que es recurrente en cuanto llegan los periodos vacacionales, en cualquier fila de un mercado se pone en cuestión la buena vida del magisterio español. No voy a entrar en la justicia o en la injusticia de estos comentarios, pero sí que lo voy a hacer en la valoración que tiene la sociedad española de sus docentes, y por ende de sus escuelas, es más, de todos los servicios públicos.
Quizá el que la educación y la sanidad sean gratuitas en nuestro país, lleva a considerarlas como algo natural, como algo que tenemos y que podemos desaprovechar, puesto que no nos cuestan nada. Nada más lejos de la realidad, las pagamos, y son muy costosas, nuestros impuestos son exigentes y con ellos financiamos estos servicios.
Me gusta llevar a los niños/as a una visita a la delegación de Hacienda todos los años. Allí les explican como se financian todos los servicios que tienen la suerte de disfrutar, y que cada una de sus plazas escolares representa cerca de cuatro mil euros anuales a los contribuyentes. Luego en clase de Educación para la Ciudadanía reflexionamos sobre quienes son los contribuyentes, que no son seres extraños e impersonales, sino sus padres, sus conocidos o yo mismo. La reflexión siguiente es que si no aprovechan la oportunidad que se les brinda, están tirando el dinero de esas mismas personas, y que sin duda, tienen una responsabilidad hacia los que les financian esa oportunidad.
Me parece que es importante que nosotros también pensemos en ello, no damos valor a las cosas que tenemos hasta que las perdemos, y tal y como están las cosas, no podemos dar por conseguido para siempre absolutamente nada.
Hace unos años fui de vacaciones a Paraguay, y tuve la suerte de sumergirme en la sociedad paraguaya, no como turista, sino como amigo e invitado, por ello pude ver la realidad muy de cerca, desde su punto de vista. Visitamos alguna que otra escuela, vimos la realidad de sus día a día, el esfuerzo que debían hacer los niños/as para ir al colegio, el sacrificio de los maestros/as con duras jornadas para poder sacar un sueldo decente y un montón de sacrificios por parte de las familias para poder mandar a sus hijos a la escuela. Resumiendo la realidad de una educación sin casi financiación pública.
Pero lo que más me impactó, fue la cara de felicidad de los niños/as cuando les regalabas un simple lapicero o bolígrafo, algo que aquí despreciamos si tiene algún tipo de publicidad, o que exigimos sin dar nada a cambio, o sea, que lo reclamamos como un derecho, pero no nos comprometemos a ningún compromiso sobre su buen uso.
Y este es el punto más importante de la cuestión, la educación gratuita y universal de calidad es un derecho que no podemos dejar de reclamar y de exigir, es nuestro, y lo hemos ganado. Pero la administración que es quien gestiona este servicio, debe exigirnos aprovechamiento y esfuerzo. Las cosas no siempre se pagan con dinero, es más importante aprender a sacar el máximo provecho de todo, puesto que luego es nuestro deber devolvérselo a la sociedad que nos lo ha facilitado.
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