Mantengo la teoría de que no son las sucesivas leyes educativas las que han fracasado en este país. Muchas de ellas se llevaron a cabo solamente en los expedientes de los alumnos/as, pero en ningún caso en la práctica educativa; no llegaron a materializarse en los cambios metodológicos que conllevaban.
La única ley que se implantó en su totalidad, fue la Ley General de Educación de Villar Palasí, rompió con las formas didácticas empleadas hasta entonces, supuso un cambio real, pero a partir de aquí los maestros/as no han profundizado en nuevos cambios, al menos de una forma global.
Los docentes se acomodaron a las nuevas formas, los libros de texto, las fichas de trabajo, los exámenes de las guías, y todo aquello que las editoriales nos facilitaban. Dichos materiales pasaron a hacerse imprescindibles.
No hubiese sido algo malo si no se hubiese ido un paso más allá, y de imprescindibles se pasase a obligatorios. De repente se encumbraron de tal forma los libros de texto, que otras formas de trabajo se consideraron imposibles.
Los maestros/as pasaron a depender de tal forma de los materiales de las editoriales, que se trabajó exclusivamente con los mismos, y cerraron su inteligencia didáctica a la búsqueda de nuevas formas, que se adecuaran de una manera más individualizada a las necesidades de sus alumnos/as. Pasamos a individualizar la enseñanza a través de las fichas de refuerzo de la guía didáctica.
Frases lapidarias se oían en las escuelas: "no he acabado el libro y solo quedan dos semanas de curso", "el libro no trata un determinado tema",o la peor de ellas, "con lo que tengo que corregir"...
La labor del maestro/a tonó a ser la de un mero corrector, la mayoría de las veces con un solucionario que lleva la guía, y un mero calificador/a. Supone mucha carga de trabajo, sobre todo en los cursos iniciales, pero es muy cómodo, puesto que no conlleva muchos retos didácticos y eso da una gran tranquilidad.
Paradójicamente una de las ventajas que tendría esta forma de trabajar, que es la coherencia en la programación al adherirse a la de la linea editorial elegida, se rompe la mayoría de las veces al intercalar varias editoriales a lo largo de la vida escolar de los alumnos/as.
Por ello debemos dar un paso adelante, debemos atrevernos a utilizar nuevos métodos, no digo con esto que tengamos que renunciar a los libros de texto totalmente, deben ser un material más en nuestro quehacer educativo, al igual que otros muchos. No se trata de la Biblia, somos nosotros los docentes los que debemos planificar y en los que descansa la organización didáctica del proceso educativo de nuestros alumnos/as. No dejemos este papel, si queremos recuperar el prestigio social que hemos perdido, hagámonos importantes, reivindiquemos nuestra profesión con profesionalidad, valga la redundancia, y no seamos autómatas correctores.
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